Esta noche salí a correr, necesitaba “quemar los malos pensamientos” del día, es mi momento de catarsis. El salir a correr por la noche es otro de los hábitos que he modificado ya que desde el confinamiento había tomado el salir a correr a primera hora de la mañana y ahora con la vuelta al trabajo, se me hacía demasiado temprano si quería correr, aunque no descarto el volver a plantearlo si nos vuelven a encerrar.
Y de eso quería hablar hoy, cuando salgo a correr suelo hacer medio recorrido a modo calentamiento y la vuelta haciendo series y en el momento de la transición llegué ante una fuente que me hizo detenerme para contemplarla.
Las cosas bellas deben de ser contempladas y admiradas, me detuve. Para el ojo del observador no experto puede pasar desapercibida como una fuente sin más, pero hoy para mi era una metáfora de la vida. En una noche que se cerraba en oscuridad, en la que la lluvia trataba de envolverme, la luz se abría paso en el agua, como un luminoso volcán de espuma que resurgía imparable.
Pensé en mi situación vital, en mi incertidumbre, por un lado el posible reconfinamiento del barrio, que me hacía plantearme el tener que buscar otro alojamiento para poder seguir acudiendo al trabajo, y por otro mis hijos, que no sé cuando podré volver a verlos por caprichos incomprensibles. Cada día pierdo más mi fe en el sistema, me parece una trampa que nos tiene amarrados con cables trenzados de acero. Y en ese momento pienso, que no me merece la pena machacarme por esa desesperanza de pensar más allá de hoy, el futuro es incierto.
Retomo la carrera con la intención de quemar los malos pensamientos y de escribir estas palabras cuando llegue a casa y agradecer. Agradecer a la gente que me ha mostrado su cariño y están a mi lado en estos momentos de zozobra. La gente, mi familia, mis amigos y el Jefe, que me apoyan y están ahí. Porque aunque sea un gran peso el que siento sobre mi, gracias a todos lo podré portar y aunque pueda sonar a fanfarronada, saldré reforzado y mejor.