"Cuando plantas una lechuga, si no crece bien no echas la culpa a la lechuga. Intentas encontrar las razones por las que no está creciendo correctamente. Puede que necesite fertilizante, o más agua, o menos sol. Nunca le echas la culpa a la lechuga. Sin embargo, cuando tenemos problemas similares con nuestros amigos o familiares solemos echarles la culpa. Pero si sabemos cómo cuidar de ellos, crecerán bien, como la lechuga. Culpar al otro no tiene ningún efecto positivo, y tampoco lo tiene el intentar persuadir usando razones o argumentos. Esa es mi experiencia. No culpar, no razonar, no argumentar, solo comprender. Si comprendes, y demuestras tu comprensión, puedes amar, y las cosas pueden cambiar."
Esta parábola que se explica en sí misma nos lleva a la reflexión sobre las relaciones interpersonales. Cuantas veces pensamos que es el otro el que debe de cambiar y nos sentimos poseedores de la verdad absoluta. Cuántas veces nos cuesta ponernos en los zapatos del otro para poder imaginar el mundo desde su punto de vista. Al fin y al cabo no somos tan distintos y todos nos emocionamos, reímos o lloramos ante las cosas que nos gustan o duelen. ¿Por qué nos olvidamos de los demás, cuando realmente cuando ponemos el foco en los otros es entonces cuando podemos mejorarnos más a nosotros mismos?